Cascadas de estrógeno. “Claridad”.
Escribe(me). Dibuja(me). Destruye(me). Y encuentro unos labios rotos en el
piso. Y los guardo en mi bolsillo para cuando te vaya a dibujar. Y te dibujo.
Paso los labios y voy dibujando una cara en tu vientre. Y me fumo el monte de
venus. Viajamos en el submarino de palma. En el submarino de la furia. Allá
arriba pongo el deseo. “Arriba en el aire”. Y tú lloras por el destino. Por
esos destinos. Destinos etéreos. Cada día te mueres. Cada día te resucito. “Pequeño
mundo enfermo”. Y cada vez que te veo caer. Porque no sabemos cuánto pueden
apretar tus muslos a los míos. Porque no sabemos cuánto podré aguantar con tu voluntariamente
torpe respiración en mi nuca hasta que te arranque la ropa con los dientes.
Hasta que te lleve a la luna. Es un gran salto desde el alfa hasta el omega. De
la A a la Z. Del principio al final. Estoy esperando por ese momento final. “Pasa
la yesca”. Enciende ese cigarro de momentos muertos. Y que las puntas de mis
uñas sigan rozando la mezclilla. De abajo hacia arriba. Me pongo de rodillas y
rezo. Que la confusión siga creciendo. Que sigamos sintiéndonos culpables e
indiferentes. Seguiré envidiando al sabio. Su lugar. Mi lugar. Y entre maquinas
vacías me pensarás día tras día. Y tu locura será peor. TE LO PROMETO. Quiero
ser la maldita razón de que tus dedos toquen la guitarra. Porque encima
de este papel rosado no reconozco mi letra. Porque encima de mí estarás tú y
viceversa. La promesa de un abrazo. “Dices las palabras que no puedo decir”.
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