domingo, 21 de junio de 2015

"Libélula"

Recuerdo cuando nos conocimos por segunda vez,
usábamos las palabras para abrazarnos
para limpiarnos la sangre seca
y para amortiguar las caídas desde edificios de ochenta pisos

las palabras sirvieron de poleas para los ascensores
barandas para las escaleras
pilares para los puentes

pero cometimos el error de
solo escribir estructuras
y todas las estructuras
se caen

los gatos no soportan las palabras
por eso no responden a ningún nombre

ninguna palabra ha llenado un océano
y llueve demasiado desde que te fuiste

con cada calada, se agotaban las palabras
y ni siquiera una letra
podía quitar
la marca de tu labial morado
en el filtro de mis cigarros

luego nos volvimos a encontrar
y comenzamos a usar las palabras para dañarnos
letras para lastimarnos
ahorcarnos, degollarnos, mutilarnos
tú usaste una "N" para cortarme el cuello
(pensaba que querías que me cortara el cabello)
yo usé una "T" para clavártela en el pecho

tenía que abrirte un hueco en el que nadie más hubiera estado nunca

y ahí se quedó
por eso ya no "T" tengo

y sin embargo, yo quería estar contigo
sin estar conmigo
mientras tú solo querías
estar sola

es insoportable el olor a la carne quemada por las cenizas
mientras suena de fondo
la errante inestabilidad en el vuelo de la libélula

más nada

olvídate del futuro
en que, si se alarga, todo estará bien
y si no, también

querías estar sola
a mi también me gustaría estar solo
como tú lo estás

estando con alguien que no soy yo.

"Risa"

Se fue más rápido de lo que caían sus pantaletas por el piso del cuarto.
El tiempo es tan relativo que duraron dos décadas en guerra.
Él la cacheteaba con cada embestida,
ella lo cacheteaba con cada episodio de paranoia.
Ella gritaba y lo mordía,
él la besaba y la lamía.
Ella dijo que él era su mejor polvo,
pero al final sus gritos no fueron de placer.
Él la cacheteaba con cada embestida,
ella lo empujaba con cada lágrima.
Las piernas de ella alrededor del cuello de él,
mientras la lengua de él recorría la geografía de su clítoris.
El culo más bello del mundo.
La espalda más cocaínica del mundo.
Los ojos más tristes del mundo.
Sus nalgas fueron la manera más fácil de acercarla a él.
Y sus manos no la podían soltar.
Sus senos, la gloria de la verdad en dos pequeños cielos.
Y cuando ella se ponía boca abajo,
y él la penetraba como la perra que nunca fue,
fue inútil
porque al final
quien quedó abajo fue él.
Y eso es algo que nunca se irá.
Él, abajo.

Y la risa de su orgasmo final.

martes, 16 de junio de 2015

"Pinceles"

Es raro cuando vas a la nevera por una cerveza
y sabes que olvidaste el destapador a propósito.
Porque en una mesa de pool
se puede escuchar un grito de auxilio.
Porque una máquina puede ver más allá
de tu propia abstracción
y decirte que te falta algo:
"que no has sabido buscarlo, ni han sabido dártelo.
Que muchas veces estamos rotos
y no sabemos qué hacer con todas esas piezas".

Y la máquina habla sobre las personas
con mayor humanidad que tu hermana:
"a la gente le da fastidio ver algo que hay que recomponer.
Prefieren verte como un juego de dominó
y solo usar tus piezas que sirven
en vez de verte como un rompecabezas
y armarte".

(había leído "amarte")

Te das cuenta de que bajo la máquina hay una chica
ojos que titilan como estrellas muertas
y una boca de color promesa.
No era una máquina
era una armadura.

Y ella dice:
"pienso que somos como pinceles.
Vamos pasando en línea
sobre un lienzo infinito
con miles de puntitos de pintura
que son las almas de los demás
y que dependiendo de por donde pasemos,
sostenemos diversos colores
que se mezclan entre sí."

Y ella se va con sus catástrofes silenciosas.
Su sonrisa de gloria y reconocimiento.
Su cabello de las cuatro de la mañana.
Y se pone la armadura de nuevo.

Es una máquina.

Y yo escribo.

"Porque incluso siendo una máquina
hay gente que escribe sobre ellas."

"Otro cigarro"

Un cigarro dura más o menos diez minutos.
Cinco, si no puedes controlar la ansiedad.
El secreto de nuestro mundo moderno es aceptar que todo depende de saber exactamente cuan largo es un segundo.

Fuiste tan mía que me sentía tu primero, aun cuando cogíamos como si fuera tu último.

Solía ahorcar gatos; literal y figurativamente.
Lo más cerca que estaba de volver a besarte era fumar de tu cigarro.
Mientras me desangraba y la batería aumentaba el tempo de bombeo de mi corazón.
Gastaba cigarros cada diez minutos creyéndote mía, mientras escupías un luto que no existía, junto al esperma de otro.
Mis camas amanecían rotas por mis puños.
Las tuyas mojadas sin compasión.
El descaro disfrazado de confianza.
Tus falaces excusas sobre la costumbre.
"Remotamente".
Una perra moralista.
Una fría sombra de fuego.
Tu cabello rojo pineal.
No te dolerá más nunca ni aquí arriba, ni allá abajo.
Despecho instantáneo.
Y tu silueta desaparece cada vez más.

Siempre fuiste sombra.
Siempre fui un cigarro.