martes, 11 de junio de 2013

"De los que toman fotos"

Y la pluma que revienta sobre la pulpa de celulosa.
Wanderlust.
Y el encéfalo esparcido por toda la habitación.
Y los pedazos de caja ósea.
Y la moneda de una sola cara.
Y el terrorista que se vistió de mago diplomático.
Y el café que no se tomó.
Que no existió.
Y los pedazos de caja ósea que siguen cayendo.
Cayendo.
Cayendo.
Y la muerte mentirosa que te dice que no existe.
Que te dice que tienes control.
Y el tirano de mierda que con doce cadenas te someterá durante todos tus respiros.
Todos.
Y las notas lúbricas.
Y los acordes lentos.
Y la gramática.
Y la enigmática.
Y las lluvias crípticas y las no-tan-crípticas.
Y las historias porque-sí.
Y las ciudades porque-sí.
Y las cinturas de cocaína.
Y los colores.
Y las cinturas de fuego.
Y los sabores.
Y la moral, la ética y esas mierdas.
Y los trenes, los autobuses, los barcos, los aviones, los papeles.
Y el mate.
Y las botellas.
Y los fondos de las botellas.
Y el grafito.
Y las líneas de grafito.
Y las espirales de grafito.
Y los trancazos de grafito.
Tanto tiempo.
Y los árboles y las avenidas.
Y los minutos.
Y el segundo que no se puede pronunciar en un segundo.
Y el mundo real.
Y el mundo absurdo.
Y la demencia.
La demencia que invade cada pulgada de ti porque tu cuerpo es adicto a la demencia.
Porque la demencia te busca, te necesita y viceversa.
Porque la demencia te saca cuadros.
Gusto en conocerte.
Y las desapariciones.
Y los caleidoscopios.
Y los pseudoprofetas, los pseudorevolucionarios, los pseudofascistas, los pseudovisionarios, los pseudomártires, las pseudoputas y los pseudopoetas.
Y los hombres fríos, con ojos vacíos;
de piel dura y negra.
Los hombres sabios.
Y los gatos.
Y las gatas.
Y las gotas.
Y el triángulo, sobre todo el triángulo.
Y la jirafa en llamas.
Y la joven virgen sodomizada por su propia castidad.
Y el clítoris ardiente.
Y el clítoris goteante.
Y el clítoris emperador.
Y el carboncillo irrompible.
Y las mariposas en exceso.
Y las mariposas en el sexo.
Y el sexo.
Y la promesa del sur.
Y los gritos buenos.
Y los llantos malos.
Y las ganas.
Y ella.
Y el ello.
Y los últimos pedazos de caja ósea que caen al compás de un: “Hola”.

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